martes, 25 de enero de 2011

Hasta aquí deberíamos haber llegado


De la serie: Correo ordinario

A medida que van pasando las horas del día, y cuanto más voy meditando sobre lo que sucedió ayer por la tarde, menos me importa la Ley Biden-Sinde y más me preocupa lo que vaya a pasar en el futuro. La Ley Biden-Sinde no ha sido, en realidad, más que entreabrir una puerta; pero entreabrir una puerta es dejarla franca, desprotegida, ya no hay cerrojo, proclama el todo vale. Se ha declarado la caza del internauta. Quien lo dude, al tiempo.

Cuantas más vueltas le doy, más vital me parece pasar a los políticos corruptos una factura crecida, una factura que les duela lacerantemente, una factura que jamás vayan a olvidar. No importa ya la Ley Biden-Sinde, ya está hecha, consumata est. Aunque aún quedan dos trámites parlamentarios, no nos hagamos ilusiones: son eso, meros trámites. En un mes pasará por el Senado como una bala y volverá a ir al Congreso, donde su aprobación será aún más formularia. Pero ese no importa no debe ser la despreocupación por conformismo, por abandono, por capitulación, no debe ser puro menfoutisme. Eso es lo que hemos hecho siempre que nos han atizado un palo y así nos luce el pelo: Ley de Propiedad Intelectual, LSSI, LISI, Ley Biden-Sinde… Y espera a la modificación del canon y a la nueva Ley de Propiedad Intelectual que nos aguarda el día que se decidan a acometer la reforma de la actual; sin contar con que, más que evidentemente, a plazo medio, quizá corto, quedaremos retratados en el Código penal. Ellos sí que se han habituado al todo gratis y la noche es joven, otra copa, adelante. No basta resistir antes: hay que dar caña después. Para ejemplo y escarmiento.

Los políticos nos han declarado la guerra. Sí, son tan miserables y alcantarillescos que no dudan en declarar la guerra a sus propios ciudadanos. Es un curioso hábito de este país: los políticos declaran la guerra a quienes les votan, los cantachifles injurian a grandes voces -amplificadas por la prensa y radio del Movimiento, «El País», la SER…- a quienes compran sus discos y acuden a sus conciertos, las productoras acusan de ladrones a quienes pasan por la taquilla de la sala o por la registradora de los grandes almacenes cuando compran un DVD. Es un hábito menos curioso si tenemos en cuenta que, pese a ello, los traicionados siguen votando y los ofendidos siguen comprando, así que… ¿por qué privarse? Tú me das de comer pero eres un ladrón (sic), un terrorista (sic), un cagón (sic) y no sé cuántas cosas más. Así da gusto: se permiten tratar a sus clientes como si ellos fuesen la mismísima Telefónica.

Tenemos que romper de una vez. Porque podemos. Pero, sobre todo, porque debemos. Debemos por nosotros, por nuestra dignidad. Y debemos porque detrás de nosotros vienen nuestros hijos. Les hemos hipotecado el estado social que heredamos de nuestros padres (y por lo mismo: por pereza y por cobardía)… ¿y vamos a fumarnos también (y por lo mismo: por pereza y por cobardía) su futuro, un futuro que sólo puede pasar por una Nación situada en puestos de cabeza tecnológicos?

Voy, quizá, a hacer el ridículo. Desde esta pobre e insignificante bitácora voy a hacer un llamamiento. Un llamamiento a todos los agentes de la Red: asociaciones (esta, aquella y la de más allá: todas); y a personas individuales que han alcanzado, de un modo u otro, un liderazgo en la Red. Pero eso sí es importante: a todos.

Tenemos que olvidar nuestras ansias por prevalecer, por representar, por ser más que el otro, por tener más seguidores en Tweeter o por tener una bitácora más considerada en Alexa. Estamos todos en un mismo barco que va a la deriva cañoneado a placer por el enemigo. Y tenemos una gran ventaja: es un barco que no tiene -porque no necesita- capitanes ni grumetes. En él, todos somos marineros y punto. Pero si el barco se hunde, iremos todos a remar como galeotes en las naves del enemigo y allí, sí, encadenados a los remos, alcanzaremos la igualdad más absoluta… en la miseria. Y ya tienen preparados los remos y las cadenas. Sin embargo, tenemos energías y sinergias como para hacer lo que queramos, para imponer nuestras exigencias como ciudadanos, para cambiar verdaderamente las cosas.

Yo os llamo a todos a un gran acuerdo. Yo os llamo a todos, líderes en Red, a que nos guiéis en una lucha por la libertad como posiblemente antes nunca se vio en la historia (y sabéis que no exagero… si queréis). Yo os llamo a todos para que pongáis en marcha vuestra imaginación -que es amplia, fértil e inagotable- y designéis objetivos, que penséis de qué manera podemos dañar a los traidores, de qué manera podemos quebrantar a los políticos que ayer nos apuñalaron alevosamente. Que penséis, entre todos, dónde les puede doler más. Y que lo hagáis coordinadamente, casi diría hermanadamente. Que abandonéis ideologías más allá de vuestro fuero íntimo: ellos no tienen ideología. Ellos son los cipayos de la embajada americana o de la Warner Brothers o de cualquiera de estas. Incluso son cipayos de mindundis de baja estofa simplemente enriquecidos sin otro mérito que la habilidad de los publicistas de las compañías que los promocionan; que ya es ser cipayo. No hay derechas ni izquierdas. En la España de hoy (y, según me temo, en la Europa de hoy) sólo hay ciudadanos y políticos. Ciudadanos que ansiamos la libertad y que la hemos encontrado -en una mínima pero refrescante porción- en la Red; y políticos corruptos que sólo piensan en medrar sirviendo a cualquiera menos a los ciudadanos que los sentamos en el comedero y cuyo único afán es que ese estado de cosas no cambie.

Y cuando lo hayáis decidido, os pido que penséis en los medios. Los medios en Red, en ella tenemos nuestra fuerza. Sin olvidar la calle -ya habrá quien la dinamice y, además, la calle puede ser un efecto secundario si las cosas se hacen bien y con ganas-, pero fundamentalmente en Red, que es nuestro ámbito, nuestro territorio, donde somos fuertes, donde los ciudadanos somos, verdaderamente, los amos. Y no hace falta que se trate de una sola opción. Puede haber varias. Pero opciones buenas e imaginativas. Dejad tranquilos los votos y las elecciones; eso, en todo caso, al final

Cuando hayáis hecho todo esto, vamos a ponernos todos a trabajar. Cada cual en su ámbito, en su terreno, en sus posibilidades. Sin jerarquía, sin disciplina, si que quiere, pero con la voluntad firme e inalterable de llegar al objetivo.

Tenemos poco más de un año de tiempo. Pero eso no quiere decir que debamos estar un año en modo ensoñación. Eso quiere decir que en un año podemos reducirlos al pánico, podemos mostrarles quién es el verdadero amo. Eso quiere decir que debemos ponernos a trabajar desde ahora mismo, aunque sea en pequeña escala, pero todos a una: por más blanda que sea el agua, el goteo constante produce efectos devastadores sobre la piedra. Gutta cavat lapidem non vi sed saepe cadendo.

La que hicieron ayer por la tarde no debe olvidarse. Debe estar ahí presente, con machacona, cansina, insistencia. Cualquier cosa que hagan o digan los cipayos debe ser puesta inmediatamente en relación con la Ley Biden-Sinde; siempre, siempre, siempre, incansablemente: nuestro aburrimiento será su agobio y su desesperación.

Debemos acosarlos incesantemente en la Red. Abuchearlos en Twitter, en Facebook, en todas las redes sociales, en todos los foros, en todas las intervenciones digitales. Condenarlos al ostracismo digital. Liquidarlos socialmente, como se hizo con el tal Ramoncín. Que se revuelquen en el fango de sus parlamentos: fuera de ellos, el oprobio, la vergüenza, la imprecación. Hay que conseguir que incluso el militante de base se avergüence de que se sepa públicamente que lo es. No importa el partido, esto es esencial: da igual del PSOE que del PP, de CiU que de PNV. De momento, de estos. Los otros ya tomarán nota, ya.

Poner de relieve sus pifias, sus ignorancias y sus barbaridades (no es nada difícil) en nuestras bitácoras y publicaciones -en todas ellas-, en un acoso constante de denigración y de desprecio.

Y cuando, después de un intenso año así, de zapa incesante, cuando llegue el momento electoral, ya sugerirán nuestros líderes (los de verdad, políticos de mierda, los que adquieren esta categoría por puro carisma, por puro mérito, no porque los haya puesto ahí ninguna maquinaria corrupta de partido) qué opciones tenemos los ciudadanos (o ya las decidiremos los ciudadanos por nosotros mismos: serán, probablemente, más que evidentes). Y los ciudadanos actuaremos en consecuencia.

La bronca en Red que hay hoy, debe ser una constante. No debe acallarse. Debe prolongarse durante semanas, meses… Debemos liarla tan gorda que incluso los medios convencionales no puedan ignorarla. Debemos llamar la atención de la mismísima Europa (y no sería la primera vez que lo hemos conseguido, ojo).

Si lo hacemos así, lo conseguiremos con toda seguridad. Pero necesitamos vuestra guía, vuestro liderazgo. Necesitamos que olvidéis vuestras diferencias. Necesitamos que nos déis el ejemplo de lo que es y de lo que puede seguir siendo la Red. Porque si, en resumidas cuentas, vosotros, nuestros líderes, os comportáis con la misma mierdosidad que nuestros políticos, entonces, sí, entonces estamos perdidos.

Y el país, también.Copio y pego

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